Por Gonzalo Olavarría
Según la última encuesta Mori, la mayoría de los chilenos “justifica” el aborto y la homosexualidad, mientras conductas como el suicidio, eutanasia y prostitución presentan cada vez menos rechazo. Pese a que nuestro país puede ser considerado como uno de los más conservadores de Sudamérica, y que al ritmo actual todavía “faltan al menos tres décadas para que Chile llegue a tener los valores que hoy se identifican con una sociedad moderna”, como dijo la directora de ese estudio, Marta Lagos, es indudable que los sectores menos receptivos al cambio están cada vez más arrinconados en un país que, en materia valórica, se mueve bastante más rápido que sus instituciones.
¿Dónde se refugian hoy aquellos que más se resisten a las transformaciones sociales? ¿Cuáles son los reductos conservadores de un país que transita cada vez más rápido hacia el liberalismo?
Según el historiador Cristián Gazmuri, el pensamiento conservador criollo viene en franca declinación, en el plano político, al menos desde la década de los ’60, sepultado por el éxito electoral de las utopías democratacristiana, primero, y socialista, más adelante. Y pese a que en el Gobierno de Pinochet tomó un nuevo auge, principalmente gracias al respaldo del gremialismo –que más tarde devendría en la UDI–, la huella más profunda de aquel Gobierno fue un sistema económico neoliberal, que no se puede identificar plenamente con el conservadurismo.
“Tampoco hay una red de instituciones conservadoras, como a mí me gustaría que hubiera. En ese sentido, creo que la gente de pensamiento liberal-socialista, por ejemplo, tiene una capacidad infinitamente más grande de organizarse para influir”, asegura el historiador Gonzalo Rojas, discípulo de Jaime Guzmán y director de la revista “Realidad”.
Rojas, uno de los fundadores de la UDI, asegura que, pese a que su partido se creó bajo una inspiración claramente conservadora, este perfil se ha extraviado durante los últimos años. También se resiste a creer que la prensa sea un reducto conservador, y afirma que cerca del 80% de los columnistas que aparecen en los diarios nacionales pueden identificarse con el pensamiento liberal-socialista.
“Cuántos somos los conservadores: Hermógenes Pérez de Arce, en ‘El Mercurio’; Gonzalo Vial, en ‘La Segunda’; yo tengo mi columna en ‘Capital’... pero no hay muchos más. Ahora, en ‘El Mercurio’ he visto escribiendo a más gente, como Jorge Peña Vial o Joaquín García-Huidobro, ¡pero siempre aparecen debajo de Carlos Peña!”, advierte con un dejo de frustración.
“En el Chile de hoy, el mundo conservador se identifica muy fuertemente con lo religioso. Esa es una herencia de Juan Pablo II, que, aunque en lo social tenía algunas ideas progresistas, en general fue un hombre de pensamiento muy conservador. El anterior Papa favoreció el desarrollo de grupos como el Opus Dei y los Legionarios de Cristo, por nombrar algunos, y eso tuvo muy buena recepción en Chile, principalmente por la identificación que lograron con los grandes empresarios y el poder de amplificación que esto les permitió”, complementa Gazmuri, apuntando principalmente a la influencia del pensamiento tradicionalista en la educación superior.
EL BASTIÓN UNIVERSITARIO
Universidades como la de Los Andes, vinculada al Opus Dei; la Finis Terrae, donde participan los Legionarios, y otras como la Gabriela Mistral, la del Desarrollo o la Santo Tomás son citadas como centros de transmisión de ideas conservadoras en el Chile actual; aunque no todas ellas tengan un gran nivel académico, forman un número de alumnos cada vez mayor. También la propia UC, dice Gazmuri, aunque no se atreve a definirla como abiertamente tradicionalista. “Acá hay varios profesores de izquierda, hasta masones, pero evidentemente hay algunas escuelas muy conservadoras, como Medicina, Derecho y Sociología”. Esta última está bajo la dirección de Pedro Morandé y curiosamente, advierte el historiador, es la única que tiene un centro de alumnos del PC.
“Alguna vez también lo fue la propia Escuela de Historia, que tenía gente como Jaime Eyzaguirre, Mario Góngora, que incluso era seguidor del arzobispo Lefebvre [ver recuadro], o Ricardo Krebs”.
Aunque Eyzaguirre falleció en 1968, buena parte de los académicos e historiadores actuales concuerdan que es el gran guía intelectual del pensamiento conservador en nuestro país, al menos en los últimos 40 años. Definido por Gazmuri como “un gran maestro, más que un gran historiador”, bajo su tutela se formaron abogados, historiadores y periodistas, como Jaime Guzmán, Ricardo Claro, Cristián Zegers –actual director de “El Mercurio”–, Fernando Silva Vargas y Gonzalo Vial, entre muchos otros. “Jaime Eyzaguirre, sin duda, junto al padre Osvaldo Lira, son los dos referentes principales”, coincide Rojas, uno de los pocos intelectuales chilenos que milita activa y entusiastamente en las filas del conservadurismo: “Los dos son identificables con el tradicionalismo hispanista, aunque personalmente creo que el pensamiento de Eyzaguirre es el que logró más influencia en el Chile actual. La mayoría de los conservadores que estamos en esta tarea de articular esta red tratamos de ser personas de fe, pero pensamos que desde la fe son aceptables distintas opciones políticas. El padre Lira, en cambio, creía que la democracia era el origen de todos los males y defendía un Estado orgánico, a la manera franquista, que por cierto la mayoría de los conservadores en Chile no compartimos”.
Los seguidores de Lira nunca alcanzaron el nivel de influencia de los discípulos de Eyzaguirre y, aunque algunos de ellos, como el historiador Julio Retamal Favereau o el filósofo Juan Antonio Widow –fundador en los ’60 de la revista nacionalista “Tizona”–, siguen cumpliendo roles destacados en algunas universidades, su relevancia es hoy marginal.
En esta pérdida de influencia, mucho tiene que ver el cambio en la manera de actuar de las generaciones más jóvenes, donde las cuestiones históricas o filosóficas respecto a la forma de organizar la sociedad, tan en boga en los ’60, han sido desplazadas por preocupaciones más mundanas, representadas por organizaciones sin tanta densidad ideológica. Éstas siguen el ejemplo de lo que ocurre en Estados Unidos e intentan influir en la opinión pública a través de la prensa o los grandes empresarios. Es el caso de entidades como Familia Unida, Gente Nueva o Generación Empresarial, ligadas a los Legionarios de Cristo; Chile Unido, más cercana al Opus Dei, y otras más radicales, como el Porvenir de Chile.
EL FACTOR NEOCON
Por último, apunta Gazmuri, no se debe despreciar la influencia de EEUU y el ultraconservador Gobierno de George W. Bush, que ha favorecido a esas posiciones, en especial en América Latina. Aunque el prestigio del actual ocupante de la Casa Blanca va en baja, la acción de los centros de pensamiento cercanos al Partido Republicano y a los neoconservadores, como el Cato Institute, la Heritage Foundation o el American Enterprise Institute, ha logrado influir fuertemente en los cuadros más jóvenes de los partidos de derecha, muchas veces formados profesionalmente en EEUU y menos sensibles a la tradición hispánica.
El más importante de ellos, al menos para Chile, ha sido sin duda el Manhattan Institute, conocido especialmente por su programa de “tolerancia cero” y que desde hace seis años mantiene un convenio de cooperación con la Fundación Jaime Guzmán y el Instituto Libertad, este último ligado a RN. “Lo que se ha hecho es llevar y traer autoridades hacia EEUU para que conozcan las políticas de gestión local, no sólo en Nueva York, sino también en otras ciudades, como Miami y Los Ángeles. Han viajado más de 300 personas, alcaldes, concejales y funcionarios municipales, gente de todos los partidos políticos”, explica Rodrigo Flores, encargado del programa municipal del Instituto Libertad, y que también destaca con la Faes, la fundación creada por el ex Presidente del Gobierno español José María Aznar.
Aunque no esté tan articulada y ya no pese como antes, la red conservadora sigue ostentando un poder envidiable. LND