jueves, septiembre 28, 2006

Septiembre se nos va...

Este Septiembre es un mes para reflexionar. Se cumplieron 196 años de la Primera Junta de Gobierno, el primer gran paso hacia un país soberano y democrático. Nuestro país fue fundado ya largos años atrás movido por los ideales de las revoluciones que en esos años estaban moviendo al mundo. Las voces de igualdad, libertad y fraternidad también se escucharon en este rincón del mundo para expulsar al opresor extranjero.
Nuestra historia está plagada de buenos y malos momentos, al igual que la vida de cualquier persona. Grandes tragedias se han sufrido como la matanza de Santa María, la Guerra Civil de 1891 y los sucesivos golpes de estado que nuestra institucionalidad ha recibido, sobre todo el último que ha sido el más nefasto, entre otros. La matanza entre hermanos y las guerras son otras tragedias de las que nuestro país tampoco podía estar exento. Pero son traumas que no debemos olvidar, nunca deberíamos cerrar los ojos hacia lo que nos avergüenza sino que enfrentarlo de frente. Pensar que nuestra tierra está manchada de sangre e injusticia nos sirve pra no volver a tropezar con la misma piedra.
Si miramos a nuestro alrededor aún podemos notar los grandes problemas sociales que nuestros antepasados nos han dejado. Chile es uno de los países con mayor desigualdad en el mundo, con aún altos grados de pobreza, con bajos estándares de educación, con un muy bajo capital social y tecnológico. Además contamos con una de las constituciones más rígidas, conservadoras y autoritarias del planeta. ¿Cómo podemos pretender tener una democracia más inclusiva cuando la institución del Presidente de la República es más aprecida a un Rey que a un delegado del pueblo, que es capaz de dirigir al Congreso como a un títere? ¿Y cuando tenemos un sistema electoral tan excluyente?
Pero los distintos agentes sociales ya están despertando a esta realidad y tenemos una ciudadanía mucho más activa y consciente de sus derechos que no tiene miedo de expresar su descontento como en la dictadura. Esto se notó claramente en la Revolución pingüina del semestre pasado que llegó como un terremoto, como un remesón que obligó a la clase política a mirar más hacia las calles y menos dentro de sus oficinas, pero aún hay mucho que avanzar.
Debemos asumir pasado y presente que, aunque en muchos pasajes el recuerdo se torna triste, nos unen y nos da un piso para poder mirar hacia el futuro, aprender de los errores cometidos y cumplir con las tareas que se nos han dejado inconclusas, para que, como jóvenes podamos caminar hacia un país más justo, igualitario, libre y fraterno donde finalmente se abran las grandes alamedas para que camine por ella el hombre libre y nunca más se excluya a nadie del progreso. Tenemos un presente lleno de problemas, pero a la vez de potencialidades, un país pujante y vigoroso por el que luchar y salir adelante.
Felices Fiestas, aunque un poco atrasadas a estas alturas.