11 de junio de 2006
En el Campus Oriente, el temido 06/06/06 se vivió hace tres meses, en Semana Santa, cuando 19 estudiantes osaron quemar una cruz y hacer sangrar ketchup a Jaime Guzmán en una performance sobre los símbolos de la fe. Hoy están sumariados, y aunque ningún académico quiere referirse al tema, en el estudiantado arde el debate sobre la libertad de expresión y los castigos reglamentados.
Rodrigo Alvarado |
La Nación |
12 de abril, 13:30 horas, Miércoles Santo, Campus Oriente. Cinco metaleros (uno en silla de ruedas) llegan al centro del patio central escuchando Deicide y cabeceando, mientras en el segundo piso dos ciclistas ensangrentados gritan “¡no se pierdan el Evangelio de San Judas este domingo por National Geographic!”. Acto seguido, detrás de la blanca Virgen que se erige en el piso superior, asoma un conejo de Pascua tirando dulces al patio y desde un rincón, siguiendo a una Magdalena que baila la danza del vientre, aparece Jesucristo cargando una cruz al revés y rodeado de demonios rojos haciendo butoh (danza japonesa). Cristo levanta los maderos, mira la estatua y grita “¡por qué él y no ella... te odio!”, al tiempo que el fuego envuelve la cruz y los metaleros rompen 14 tubos fluorescentes.
La imagen parece sacada del sermón apocalíptico de un predicador desquiciado, pero se trata de una performance que 18 alumnos de teatro -entre los que se encuentra Andrés Eyzaguirre, hijo del ex ministro de Hacienda- y una estudiante de arte de la Universidad Católica hicieron en la cuna del conservadurismo y también del gremialismo.
No por nada, la escena continuó con un tipo saliendo del baño -con una camisa llena de hoyos-, y en su cabeza una caja con cuatro fotocopias de Jaime Guzmán. Tras de él, un trío de ángeles rubias lo siguen hasta donde están los metaleros y demonios para decir “que la paz esté con ustedes”. Los espectadores se dan la mano, también alumnos y el cuerpo docente, que, según algunos presentes, “se reían a carcajadas”.
Los inconvenientes, pensaban los estudiantes, ya no habían ocurrido, porque luego de que la performance entró en su tramo final con el conejo pegándole a la caja de Guzmán; la cabeza del actor chorreando ketchup; Andrés Olivos –de Difuntos Correa– riffeando “The number of the beast”; y los metaleros, ángeles y demonios coreando “sex, sex, sex”, “sólo llegó una profesora de teología que
“Sabemos que los principios de la universidad hay que asumirlos, pero hay que ampliar las libertades y modificar un reglamento hecho en plena dictadura”, dice Sofía Zagal, presidenta del centro de alumnos de teatro. Foto: Gastón Flores. |
Sin embargo, el paisaje pasó del cielo al infierno. Porque dos días después los actores fueron notificados de un sumario que se inició tras la acusación de algunos de esos mismos profesores a la secretaría general de la institución académica.
SILENCIO RELIGIOSO
En la Universidad Católica no están autorizados a hablar mientras el sumario no arroje las sanciones. Ni Macarena Baeza, directora subrogante de la carrera de actuación (el director está en estado vegetal hace cuatro meses, luego de un accidente), ni Verónica García-Huidobro, subdirectora, quisieron referirse al episodio argumentando que “no es un tema de teatro, sino de la casa central”. Pero en secretaría general tampoco quieren hacer público un tema que es interno de la universidad.
No obstante, el decano de la Facultad de Arte, Jaime Donoso, a quien le llegaron fotos del espectáculo, reconoce que “los antecedentes directos del hecho partieron de la dirección de la Escuela de Teatro; ellos me los enviaron y yo los entregué a la secretaría general”. Según el artículo 5º del Reglamento sobre Investigaciones Sumarias de la Universidad Católica, “corresponde iniciar una investigación cuando los hechos se hayan manifestado como ostensibles y comprobadamente contrarios a los principios de la Iglesia, la moral natural (...) o
Donoso, que se excusa de no poder hacer declaraciones, deja entrever que el futuro no parece auspicioso, al comentar que en el pasado “ha habido casos, pero no tan públicos ni tan graves” (ver recuadro).
Dicho y hecho, porque este martes llegó la primera resolución de la investigación, calificando los hechos como “graves” y señalando como autores intelectuales a los alumnos de cuarto año Francisco Jara y Nicolás Bascuñán, quienes arriesgan sanciones que van desde la amonestación verbal hasta la expulsión de la universidad, según consta en el artículo 16 del reglamento citado anteriormente.
Jara cree que las autoridades no han sido capaces de entender esta performance, que, según él, tiene que ver con quemar estructuras. “Al prender una cruz se está incendiando un signo de represión en el que todo el mundo pone la fe. Mi tesis es liberar a Cristo del catolicismo y de todo lo que sea estructura, es poner en jaque los símbolos: somos cristianos si usamos una cruz, pero el acto no existe. Un padre teólogo me decía que la cristiandad se podría resumir como ver al pobre y hacer algo por él, no cifrarla en símbolos. Además, esos signos no son de ellos, son de todos”, manifiesta Bascuñán.
¿Performance o no? El decano dice que a él no le corresponde calificarlo.
RUIDO INFERNAL
El sumario ha abierto una fuerte discusión al interior de la casa de estudios acerca de los sumarios. La instancia opera desde 1974 y fue refundida en 1993 con el Reglamento de Indagación Formal, aprobado en 1978, y junto a la libertad de expresión y el uso de los espacios públicos, se está trabajando con representantes a nivel de carreras, como uno de los temas centrales de la democratización interna de la universidad.
Sofía Zagal, hija del ex La Troppa Juan Carlos Zagal y presidenta del Centro de Alumnos de Teatro, es parte de la comisión que trabaja en cambiar el reglamento de la institución, junto a otros representantes como el presidente de la Feuc y la consejera superior. La película la tiene clara: “Sabemos que los principios de la universidad hay que asumirlos, pero hay que ampliar las libertades y modificar un reglamento hecho en plena dictadura”, dice.
Pero la tarea no será fácil. La consejera superior, Magdalena Alessandri -una alumna de Periodismo que, según dicen los afectados, es cercana al Opus Dei-, luego de enterarse de la performance, envió sigilosamente una carta al consejo aduciendo que “me considero parte de aquellos que se ofendieron y defiendo losvalores cristianos en torno al derecho a la vida”. La última parte se refiere a otra alumna sumariada por escribir un artículo –que ni siquiera fue publicado– referente a la legislación del aborto en el pasquín de la carrera Matemáticas.
Alessandri, que escribió en su boletín un editorial titulado “El calvario de la tolerancia”, continúa su misiva diciendo que “para mí, lo que está ocurriendo es preocupante, ya que la lucha de los próximos años será valórica... y en esta defensa me ha faltado no sólo el apoyo de la Feuc...”.
Pablo Vidal, secretario general de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica, también tiene su punto de vista, y en la revisa “Mosaico” escribió que “la universidad debe aceptar espacios de discusión de ideas en la medida que se traten con respeto. Entramos a la universidad para aprender, no para ser reprendidos”.
Zagal afirma que “el presidente de la Feuc, Claudio Castro, dijo que haría todo lo posible por velar para que no los echen”. Y aunque no descarta movilizaciones, reconoce que es poco lo que se puede hacer “en la medida del catolicismo”.